lunes, 26 de octubre de 2009

La ciudad de Muros en Tropa de Elites

La película Tropa de Elites nos muestra una realidad que para los brasileros hoy en día motiva un fuerte conflicto. El crudo retrato que se asoma a lo largo de la historia nos da a conocer una sola verdad: la Ciudad de Muros encierra algo más de lo que a primera vista pareciera para nosotros evidente: el consumo y tráfico de drogas, el peligro o la delincuencia común.

De acuerdo a Tropa de Elites, para mí la Ciudad de Muros fue cambiando poco a poco de habitantes. Inicialmente consideré que las comunidades de las favelas eran las que constituían dicha ciudad; la situación vivida por una población que dentro de dichos muros ha encontrado un refugio, una población humilde que sufre con el peligro que implica el negocio de las drogas. Estos habitantes vivían ocultos quizás por el temor a ser injustamente condenados por las fuerzas de la policía pero quizás también por la fuerza opresora que ejercen las marcadas diferencias sociales en Río de Janeiro. El interrogante de quién pertenece a dónde y hasta qué punto la clase “media-alta” se mezcla con la baja, se vuelve una constante y es precisamente porque la población de las favelas le huye de cierta forma al rechazo generado por otros.

Observando las relaciones anteriores fue como finalmente entendí que la Ciudad de Muros también se encuentra en otras partes habitada además por poblaciones completamente diferentes. Comprendí que la Ciudad de Muros también se da a nivel de la policía: una comunidad establecida para velar por la justicia pero que, con sus condenas atentaba contra los derechos humanos más fundamentales. Los crímenes castigados por los policías mucho se asemejaban con los que ellos mismos ocultaban por parte de sus propios funcionarios. La burocracia constituye esa ciudad de corrupción que se aprovecha del poder que tiene para hacer que otros se vuelvan vulnerables. Los muros de esta ciudad ocultan verdades que contaminan y manchan el nombre de la ley; manchas que a los ojos de la gente se vuelven casi imperceptibles, manchas que sólo las sienten las víctimas de esta cadena interminable de corrupción.

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